Lo que no hablamos los pastores

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Aceptando la gran invitación de Jesús

 

Hace tiempo atrás me invitaron a dar una breve reflexión a pastores y líderes, tenía aproximadamente unos 5 a 7 minutos para hacerlo, no más. Me pregunté varias veces qué podía decirles en esos minutos que expresara mi corazón y que quedara plasmado en sus vidas, algo que realmente nos llevara, tanto a ellos como a mí, a la reflexión. La frase que resonaba en mis oídos era “Lo que callamos los pastores” pero no era precisamente esa serie televisiva con título similar en la que quería que pensaran, entonces el título que elegí fue “Lo que no hablamos los pastores”. 

Los pastores hablamos de nuestros éxitos, de eventos, de grandes planes, de nuestra iglesia, de asistencias, de reuniones, de miembros, de equipos y hasta de sillas. Sin embargo, nos cuesta mucho hablar de otros temas que nos tienen mal y que nos abruman en gran manera.

Los pastores no hablamos de nuestras batallas personales, de nuestros dolores del alma, de nuestras necesidades, de las presiones que tenemos, de las crisis que enfrentamos en la familia. No hablamos de la depresión que podemos estar atravesando, no hablamos de las frustraciones, de los problemas de carácter, de las adicciones, perdón… ¿leí bien? ¿adicciones? Sí, adicciones, también decepciones, de lo apagados, consumidos o quemados que nos podemos estar sintiendo. 

 

¿Por qué no lo hablamos?

La pregunta es ¿Por qué no lo hablamos?

Porque no nos gusta ser vulnerables, porque pensamos que no tenemos a nadie que nos pueda entender o nadie con quien hablar, porque en nuestra “cultura pastoral” no se hablan de esas cosas, por miedo a qué van a pensar, porque no somos intencionales en cuidar de todo nuestro ser, cuerpo, alma y espíritu.  O tan simplemente porque somos pastores y hay que hablar de las cosas del espíritu, no dándonos cuenta que si solo hacemos énfasis en una parte de nuestro ser creamos cierto desbalance en nuestra vida.

Lo más probable es que no hablamos porque no consideramos que necesitamos ayuda.

En la época de mayor sequía y cansancio en mi vida, donde me sentía drenada, frustrada, desanimada y muy decepcionada, el Señor me llevó a Mateo 11:28-30:

 Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados que yo los haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.

Mateo 11:28-30 RVR1960

 

Mansedumbre no es debilidad

Me pregunté cuantas veces había leído este este pasaje de las Escrituras y había hecho una oración entregándole mis cargas. Pero esta vez era diferente, las palabras que resaltaban eran “manso y humilde”, ¿qué significaban esas palabras que había leído tantas veces?

 Manso es tan diferente a debilidad. Es sencillez, es opuesto a la soberbia, el orgullo, la vanidad, la rebeldía. Humildad no es acaso esa virtud de reconocer nuestras propias limitaciones, flaquezas y debilidades, lo opuesto a la arrogancia, autosuficiencia e inconformismo. Si mencionamos tan solo la autosuficiencia, el no necesitar ayuda, el “yo puedo”, ¡qué lejos estamos de la mansedumbre y la humildad que menciona Jesús y que nos lleva a su descanso!

Necesitamos hacer cambios, necesitamos buscar ayuda, necesitamos renovar nuestra manera de pensar. No queremos ser parte de las estadísticas, de todos los que dejan el ministerio, de los que sufren depresión, de los que se sienten completamente solos. Quisiera concluir con estas palabras, animando a todos los que estamos en esta privilegiada asignación a que: 

Hablemos de restauración y también busquemos nosotros restauración.

Hablemos de sanidad y nosotros mismos busquemos salud en todo el sentido de la palabra, tanto física, emocional, mental y no solo espiritual.

Hablemos de comenzar bien en el ministerio, pero también busquemos terminar bien.

Hablemos de la Gran Comisión que nos menciona Mateo 28:16-20, pero no rechacemos la Gran Invitación de Mateo 11:28-30.

 

Conclusión

No tengamos temor o vergüenza en buscar ayuda, en hablar con alguien, dejando todo sentido de autosuficiencia y con humildad encontremos su descanso.

Conexión Pastoral existe para ser una comunidad segura donde pastores y lideres pueden ser ellos mismos sin necesidad de fingir. Todos atravesamos situaciones que no pensamos nunca que íbamos a vivir y lo peor que podemos hacer en esos momentos es intentar enfrentarlo solos. Si necesitas ayuda profesional o consejería en un area puedes escribirnos, así como también puedes pedir coaching a través de nuestro portal de coaching.

Siempre te puedes unir a nuestra comunidad virtual a través de nuestras redes, y ser parte de una comunidad de lideres y pastores de todo el mundo que se apoyan y nutren entre sí. Juntos podemos aprender a vivir en el ministerio.

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Monica Prieto

Mónica Prieto ha servido en el ministerio pastoral por más de 30 años. Es Consejera Pastoral Certificada y Coach en Nutrición y Salud. Lidera junto a su esposo, Daniel, Conexión Pastoral, un ministerio a través del cual promueven la salud y el bienestar del pastor, su familia y ministerio. Invierte gran parte de su tiempo aconsejando y mentoreando a hombres y mujeres que están en el ministerio. Mónica tiene una Licenciatura en Ministerio Cristiano y además en Psicología: Consejería Cristiana y Coaching de Vida, actualmente está cursando su Maestría en Psicología Clínica y de la Salud. Mónica y Daniel han estado casados por 34 años y tienen cuatro hijas, Melisa, Julieta, Paula y Victoria. Le apasiona hablar sobre los temas de salud integral, familia. Hogareña de corazón, ama caminar, disfrutar el paisaje, escribir y pintar.

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