La nueva anormalidad

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En el desespero de regresar a la normalidad, muchos hablan y con razón de la “nueva normalidad”, incluso este servidor. Pero algunas cosas que se pretenden hacer para regresar, y diría demasiado apresurado a la nueva normalidad pareciera más bien regresar a “la nueva anormalidad, pues hay cosas que no me cuadran o encajan.

Una de ellas, en cuanto a la iglesia específicamente, es permitir congregarnos, pero solo con el 25 por ciento de la capacidad del lugar de culto o reunión. Regla muy lógica y pienso, buena medida de seguridad para “escalar” o pasar a otras fases en el futuro de aumentar ese porcentaje para permitir a más personas ingresar al recinto de culto de la iglesia. Aun así, esto me puso a pensar que permitir que el veinticinco por ciento de la iglesia o la feligresía se reúna en la iglesia o el lugar de reunión, es como si a la hora de sentarnos a la mesa como familia para comer juntos, solo permitamos a una cuarta parte de la familia. A todas luces, eso suena un tanto absurdo; o nos sentamos todos o no lo hacemos hasta que podamos.

 

La identidad de la iglesia sigue intacta

En tiempo de crisis como el que estamos viviendo, necesitamos ser flexibles y continuar siendo flexibles hasta que sea necesario, al menos en lo que atañe a volvernos a reunir como iglesia en un solo lugar. A veces se detecta cierto desespero por volver a reunirnos. La iglesia sigue siendo la iglesia, el Señor sigue siendo la cabeza de la iglesia; nada ha cambiado en el ámbito espiritual y orgánico de la iglesia. La identidad de la iglesia sigue intacta; no ha dejado de serlo por recluirse en las casas. La iglesia sigue haciendo de iglesia de muchas y creativas maneras en estos tiempos. No porque tengamos el deseo intenso y urgente de hacerlo, hará desaparecer este virus que acecha por todos lados y sigue pululando los aires.

 

Necesitamos ser tan cuidadosos y aún más ahora que pudiera haber brotes nuevos y resultaría muy complicado el volver a las trincheras desde el punto de vista médico, hospitales, enfermeras, cuidados intensivos y muertes, más muertes.

El riesgo sigue estando ahí, latente, vigente. No podemos ni debemos bajar la guardia ni relajarnos con esto. No solo es prudencia y sentido común, es continuar en ese modo de alerta, protección y cuidado.

Estas cuatro cosas no tienen ciencia, pero si conciencia:

  • Resiliencia
  • Persistencia
  • Consistencia
  • Resistencia


Estamos llamados todos a vivir estas cuatro; hagamos conciencia.

 

Estamos como en una especie de guerra. Necesitamos estar en casa, resguardarnos del tiroteo y bombardeo viral que aun sucede “allá fuera”. No, esto no es fatalista, sino realista. Ya hemos oído de pastores que han desafiado el virus y no solo se han contagiado ellos, sino que sus feligreses también. ¿Irresponsable? ¡Mucho!, pues esto puede y está costando vidas. En el área de Nueva York, son decenas y decenas de pastores que han muerto involuntariamente víctimas de este fatídico virus. Es real, es fatal, es mortífero.

Por esa razón, querer regresar a “la nueva anormalidad” puede resultar funesto por no usar otro adjetivo. Me atrevería a decir y quizás sea extremo en cuanto a reunirnos, aunque seamos el 25%, que

 

“si no es con TODOS, pues con NINGUNO”.

Entiendo el peso que cae sobre los pastores de cuidar, alimentar, pastorear sus congregaciones y rebaños. Entiendo muy bien la necesidad de cualquier pastor responsable de mantener el orden y un sentido de unidad, propósito y continuidad de la grey que tiene bajo su cuidado, pero debe mantener su calma y tener una buena estrategia como todo buen entrenador de que su equipo mantenga la pelota rodando sin perder la motivación y el empuje de todo el equipo, pero no a expensas de tener bajas por causa de esta situación.

 

Por otro lado, también entiendo, entendemos todos, el peso que cae sobre toda la congregación de mantener la parte operacional de la iglesia; esto es, la parte administrativa, las finanzas o la falta de ellas en estos tiempos. El sostén económico del pastor y su familia y del equipo pastoral. Las congregaciones que han sido propiamente enseñadas en la Palabra y son maduras, es justo en estos tiempos que esa madurez y compromiso con el resto del Cuerpo se hace evidente, sale a flote. Esos miembros que no han sido impactados ni afectados económicamente son los que funcionan y operaran doblemente por aquellos miembros que si han sido impactados. El Cuerpo de Cristo funciona como el cuerpo humano: si un riñón falla, el que queda hace las veces de ambos riñones. Miembros ayudando a otros miembros. Es tiempos como estos que los más de cien “unos a otros” del Nuevo Testamento se hacen evidentes.

Usar el lugar de reunión para beneficio de la iglesia, no viceversa.

 

No uses a la feligresía para el beneficio de las cuatro paredes, eso no tiene sentido bíblico ni practico.

Eso sí, algunas iglesias, entiéndase sus locales o edificios, están usando sus espacios de una manera redentora. ¿Cómo? Están haciendo las veces de “alfolí”, literalmente hablando, para almacenar cosas necesarias (banco de comida y víveres) para ayudar primero a la familia de la fe que está pasando necesidad y también proveer para la comunidad alrededor de la iglesia, siendo esto una herramienta de fe, de amor, de evangelismo, de testimonio cristiano desinteresado. En ese sentido la iglesia, el lugar de reunión, se convierte en algo esencial siguiendo el mandato del Maestro que dijo “dadles vosotros de comer”.

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Alfonso Guevara

Alfonso Guevara ha estado en el ministerio cerca de 40 años. Ha servido en el pastorado en California y Miami, también trabajó por muchos años en el mundo editorial cristiano. Escribió Pastores de carne y hueso, ganador del premio SEPA y La vida del pastor. Ha dictado en los últimos años conferencias, talleres y capacitaciones a más de diez mil pastores y líderes en institutos y seminarios teológicos, en cumbres y conferencias pastorales.Con su esposa Alina, tienen dos hijos: Marcos y Daniel y tres amadas nietas.

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