Lo que pasa puertas para dentro: 3 claves para el liderazgo familiar

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*Este es un extracto del material bibliográfico del Módulo: El pastor y su familia de la Escuela de Formación Pastoral, escrito por Daniel Prieto.


Muchas veces escucho a pastores diciendo cosas como: “Se me escapó de las manos el control de la casa,” “Mi esposa no me entiende, ni entiende lo que siento, ni lo que quiero,” “Mi hijos no me obedecen,” “Mi familia no quiere venir a la iglesia,” “Mi familia no me acompaña en mi llamado;” y en ese momento recuerdo 1 de Timoteo 3:4-5 que dice:

“Porque si no puede gobernar a su propia familia, tampoco podrá gobernar a la iglesia de Dios,” (NTV)

Ahí entiendo que lo que sucede es que quién me está diciendo esto se ha dedicado a pastorear a todos menos a los de su propia casa, ha sido líder de la  congregación pero no ha estado dirigiendo bien su propia familia.

Si me preguntaran qué es lo más doloroso que he visto en el ministerio, yo diría que ha sido ver pastores/as y familias de Dios que siendo heraldos para muchos, ellos mismos no han alcanzado la meta. 

Es por esto que gobernar la familia requiere de una intencionalidad diaria del pastor en ser el líder de vida que conduzca a su familia al premio celestial, al gozo de conocer a Dios como salvador y al placer de servirle.

 

Los líderes y pastores deben buscar ante todo tener un buen liderazgo familiar, pero ¿De qué manera?

Hoy quiero compartirles tres claves que entiendo que nos sirven de guía para poder estar correctamente enfocados a la hora de liderar nuestra propia casa como pastores de nuestras propias casas. 

 

Debemos pastorear nuestra propia familia teniendo en claro las expectativas espirituales que tenemos para la misma, entendiendo que las expectativas ministeriales nunca deben anular las expectativas espirituales para la familia. 

Hay dos metas espirituales básicas que deberían motivar el liderazgo en la casa de todo creyente pero particularmente de todo pastor (cada uno puede agregarle otras expectativas espirituales a la lista, según la guía del Señor).

Primero, la salvación de los hijos.

Que los hijos del pastor sean primeramente hijos de Dios, que a medida que vayan creciendo conozcan a Jesús como su salvador personal y que ellos mismos alcancen la felicidad de tener a Jesús en sus vidas. 

Segundo, el carácter ministerial de los hijos.

Que los hijos sean ministros de Dios en la vida, con esto no quiero decir que sean pastores, pero donde quiera que vayan en la vida o cualquiera sea la profesión que elijan, sepan que son siervos y ministros de Dios en ese lugar. Por eso los padres deben orar para que el Espíritu Santo bautice a sus hijos, los revista con el poder de Dios y equipe con los dones espirituales. 

Definitivamente Dios está interesado en salvar a toda la familia y ser el Señor de toda la casa, Cornelio (Hechos 10), Lidia (Hechos 16:14-15) y el Carcelero (Hechos 16:25-34) son ejemplos claros de esta verdad. Te animo a que puedas leer sus historias.

 

Liderar no es imponer ni ser el más mandón de la casa, algunos piensan que porque dan cuatro gritos en la casa ya están liderando. Liderar es posicionarse en relación a los demás miembros de la familia de forma que ellos nos den el permiso de influenciar sus vidas con el conocimiento que puede cambiar su conducta, y cambiando su conducta cambiar su calidad de vida. Es ser esa persona que en lo cotidiano vive de tal manera que los demás miembros de la familia impresionados por su carácter y comportamiento se dejan influenciar por él, se dejan contagiar por el conocimiento que tiene, afectando positivamente su conducta y provocando crecimiento en sus vidas. Esto es lo que a mí me gusta llamar liderazgo de vida

Es importante para este punto entender que la  influencia es el permiso, implícito o explícito que los demás nos dan para depositar conocimiento en sus vidas. En su definición más estricta, influencia: es la capacidad de tener un efecto en el carácter, desarrollo y conducta de los demás. En este sentido, los pastores no debemos pararnos frente a nuestras familias como líderes institucionales únicamente, sino como líderes de vida guiando a los nuestros (esposa e hijos) a ser discípulos de Jesús y querer vivir con él.

¿Por qué encontramos hijos de pastores que no tienen comunicación con sus padres?

¿Por qué no hay respeto de la esposa del pastor hacia su marido?

Porque estamos fallando en este principio de liderazgo de vida. 

 

Debemos preguntarnos si estamos inspirando en los miembros de nuestra casa, ese permiso/confianza para depositar en sus vidas la verdad que es poder de Dios. Quizás tenemos la capacidad de predicar, organizar y ministrar en la iglesia pero no tenemos la capacidad de tener un efecto transformador en el carácter, desarrollo y conducta de los que son parte de nuestra propia casa. La Biblia dice que Cornelio era temeroso de Dios, pero me impresiona aún más cuando dice que lo era con toda su casa y a su vez que hacía limosnas y cosas buenas para el pueblo con toda su familia, teniendo en cuenta que todavía no había encontrado a Jesucristo como su Salvador. Y fue entonces cuando Dios envió un ángel que le dijo que Él había visto su vida, entonces envió a Pedro quién les presentó el evangelio, y así fue como recibieron el mensaje y el cielo se abrió sobre los que estaban en casa y fueron todos llenos del Espíritu Santo. Acto seguido Pedro los bautizó en agua a todos.

¿Dónde están los Cornelios de hoy que entienden que se necesita a alguien que marque el paso en la casa, que marque el rumbo de vida en la familia?

 

Cuenta la Palabra que los gobernadores y sátrapas buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado al reino; mas no podían hallar razón alguna o falta, porque él era fiel, y no había tenía vicio o falla. Entonces dijeron aquellos hombres: Nuestra única posibilidad de encontrar algún motivo para acusar a Daniel será en relación con las leyes de Dios…” Pero cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodilló tres veces en el día, oró y dio gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes. (Daniel 6:4-10)

Cuando el comportamiento es congruente con lo que se dice es porque hay temor de Dios y se quiere vivir en el ministerio agradando a Dios. Los pastores aprenden como hacer el ministerio pero también necesitan reconocer que hay que aprender a vivir en el ministerio. Cuando el nivel de influencia y de autoridad en el Reino de Dios crece también crecen las responsabilidades, así como también crecen los niveles de conflicto y de ataque hacia su persona y familia. En ese momento lo que los defiende es cómo viven en el ministerio, y no como hacen el ministerio, es cierto que el comportamiento debe edificar a los demás y debe glorificar al Señor, pero también es cierto que el comportamiento de un ministro es su mayor defensa frente a las responsabilidades, los conflictos y los ataques. 

 

Cuando el pastor en la Iglesia es todo un “santo”, pero en su casa es un “demonio” algo no anda bien. El pastor debe manifestar un comportamiento en su vida diaria, su vida familiar, en lo público y en lo privado, acorde a sus enseñanzas en el púlpito de la iglesia. 

Estos tres principios son fundamentales para un liderazgo familiar sano, por lo tanto es importante que nos preguntemos y reflexionemos sobre cómo estamos liderando nuestra casa, cuál es nuestra actitud frente a la misma y cuál ha sido la prioridad en este tiempo.

De esa manera, con el  mismo corazón que lideramos nuestra familia, debemos hacerlo luego con la iglesia, Pedro nos anima y exhorta a cuidarla no a la fuerza sino con gusto y generosidad, siendo primero modelos del rebaño, comenzando por casa. 

“Esto es lo que les pido a quienes los dirigen, yo, que comparto con ellos la tarea y soy testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que está a punto de revelarse: apacienten el rebaño de Dios confiado a cargo de ustedes; cuídenlo, no a la fuerza o por una rastrera ganancia, sino gustosamente y con generosidad, como Dios quiere; no como dictadores sobre quienes estén a cargo de ustedes, sino como modelos del rebaño. Y el día en que se manifieste el Pastor supremo recibirán ustedes el premio imperecedero de la gloria.”

1 Pedro 5:1-4, versión La Palabra (Hispanoamérica)

 


Como ministerio buscamos provocar un cambio real en la iglesia y en la vida de quienes la lideran. Para esto hacen falta espacios que no solo traigan más información sino que esa información esté acompañada de un momento de autoevaluación y toma de decisiones. 

Ese es el corazón de la Escuela de Formación Pastoral, es un espacio para confrontar paradigmas que tenemos sobre como se hace el ministerio para poder decidir cómo vamos a vivir en el ministerio de una manera que traiga salud y vida a nuestras vidas, familias y por consecuencia, iglesias. 

Te invitamos a que al haber leído esto puedas tomar unos minutos para reflexionar sobre como ha sido el liderazgo en tu propia casa. ¿Hay áreas donde quizá por liderar la iglesia, descuidaste tu hogar? ¿Qué acciones prácticas puedes tomar hoy, para comenzar a liderar tu casa y pastorearla para traer salvación a tus hijos y tus siguientes generaciones?

 

Comenta, comparte y únete a una comunidad global de pastores y líderes saludables que cumplen con la misión de Dios. 

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Extracto de la Escuela de Formación Pastoral

La EFP es un espacio de enseñanza y aprendizaje no tradicional. Se trata de un proceso de confrontación de paradigmas en una comunidad segura, alrededor de la Palabra, guiados por el Espíritu Santo, acompañados por mentores y en un ejercicio permanente de autoevaluación para la obtención de diagnósticos de salud vivencial que nos llevan a la toma de decisión, para rendirnos transformacionalmente al diseño divino para nuestra vida en el ministerio.

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