Las siete dimensiones de una iglesia horizontal

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Los tiempos que nos tocan vivir son diferentes. La situación global afecta nuestros espacios locales a través de la pandemia del Coronavirus: trastorna nuestras rutinas, cambia nuestras agendas. De pronto trastoca la manera acostumbrada, rutinaria y casi mecánica en la que nos movemos, el modo “piloto automático” en el que actuamos como iglesia.

En esta pandemia, que nos tiene a todos en cuarentena, las conversaciones entre pastores giran alrededor de la pregunta: “¿Qué estás haciendo?” Las dudas giran alrededor de ¿qué haremos para pagar las cuentas? y seguir teniendo ingresos, ¿cómo vamos a hacer para mantener el contacto con la gente?, cómo vamos a diseñar el formato de la reunión del domingo, ¿cómo vamos a hacer para seguir entrenando líderes?

Todas estas preguntas son válidas, pero las preguntas que tienen que ver con lo que hacemos están relacionadas con lo que somos. Porque todo lo que hacemos está relacionado con lo que somos. En este sentido, quiero preguntarte:

Dejando un poco de lado el cómo vamos a hacerlo,

 

¿Cómo vamos a ser iglesia?

Cuando hablamos de quiénes somos y de ser estamos hablando de nuestros paradigmas, de nuestra teología, de los conceptos preconcebidos a través de los cuales actuamos y aceptamos o rechazamos cosas. Los paradigmas de quien creo que soy o quién creo que debo ser determinan si decido cancelar una reunión en el templo y hacerla de forma virtual o si acato o no las instrucciones del gobierno. Detrás de ambas decisiones hay un paradigma, el mismo que muchas veces trae discusiones irrelevantes en las redes sociales y en las plataformas digitales donde cuestionamos a quienes se reúnen y a quienes no lo hacen.

¿Por qué en lugar de analizar o no lo que otros hacen, nos preguntamos por lo que somos o por lo que al menos deberíamos ser y revisamos ese paradigma? Si logramos ponernos de acuerdo en lo que somos y en lo que el Señor espera que seamos vamos a darnos cuenta de que la forma en que hagamos las cosas puede ser muy diversa, pero al final del día no importa, lo que importa es que todos estamos siendo quienes el Señor nos llamó a ser.

 

Una iglesia horizontal

Desde esta perspectiva, hace muchos años estoy pensando cómo la iglesia debería ser mucho más horizontal y mucho menos vertical. Creo que en el proceso de hacer y de tratar de cumplir con el ministerio, la iglesia se ha transformado en una organización extremadamente vertical, donde todo está alineado con un personaje central, con un líder casi vicario a través de quien todo debe girar y funcionar.

Estamos organizados tan verticalmente que nuestros organigramas se desarrollan de forma tal que todo necesita partir de una cabeza que sea visible y controladora. No estoy hablando desde una falta de creencia en el orden o en la autoridad delegada. Estoy hablando de que construimos una estructura tan vertical y tan rígida que nos hemos transformado en una torre que se edifica para elevarse en altura cuando deberíamos ser una iglesia mucho más horizontal: una iglesia que alcanza, que llega mucho más lejos, que cruza fronteras.

Esta última iglesia, si bien es mucho más horizontal que vertical, todavía funciona bajo autoridad: bajo la autoridad del Señor y de aquellos que el Señor va a habilitando para que desde Su autoridad no construyan sus propias organizaciones, sino que movilicen y transformen la iglesia en un movimiento salvador, sanador y transformador de Dios en nuestros barrios, comunidades, ciudades y naciones.

 

Mas descentralizados y con menos control

Para empezar a ser más horizontales necesitamos aceptar que la centralización y el control son negociables.

Una iglesia vertical no cree que el control sea negociable. Una iglesia vertical necesita que todo esté bajo control, que todo esté aprobado minuciosamente, hay una cabeza que decide cada detalle. En una iglesia horizontal, por el contrario, hay un control mínimo, una accountability que implica una relación de dar cuentas morales entre nosotros, un control básico que se trata de acompañamiento, equipamiento y formación. Está relacionado con espacios en los cuales somos responsables los unos de los otros pero no necesariamente mediante un control organizacional donde todos los detalles deben ser aprobados por una sola persona, que nos roba la capacidad de ser diversos, de ser diferentes expresiones de Jesús a través de nosotros en donde estamos y en donde Dios nos quiere usar.

Una iglesia vertical no negocia la centralización. Una iglesia vertical necesita que todo esté centralizado y pase por un mismo lugar. Si bien pueden surgir extensiones, todas deben partir del mismo origen. En una iglesia horizontal, por el contrario, todos los aspectos son mucho más descentralizados, no se trata solo de lo que ocurre el domingo en la reunión sino también de lo que ocurre en la semana en nuestras comunidades.

 

No se trata solo de un gran evento sino también de los pequeños eventos que todos los días ocurren cuando la iglesia está siendo iglesia en su espacio de vida y trabajo.

 

Cuando pienso en esto, pienso en esta realidad pandémica que nos ha puesto en cuarentena con la nueva normalidad de vivir en un distanciamiento social y físico del prójimo, y que nos obliga a no poder reunirnos en un templo donde teníamos todo centralizado, forzándonos a reconocer que no podemos tener el control sobre todo lo que está pasando. Y a aceptar el hecho de que si queremos ser la iglesia que llega hasta lo último de la tierra con la predicación del Evangelio haciendo discípulos en todas las naciones, necesitamos más que nunca repensar nuestros paradigmas y empezar a dialogar sobre como IR nosotros, los discípulos de Jesús en misión, en lugar de seguir pensando como pueden VENIR, aquellos que queremos alcanzar, a nuestros eventos y programas en el templo.

 

Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, ID, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Mateo 28:16-20

Y les dijo: ID por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.

Marcos 16:15-18

 

Siete dimensiones de una iglesia más horizontal

Quiero invitarlos a reflexionar sobre siete dimensiones de la iglesia en las que necesitamos confrontar nuestros paradigmas para poder ser iglesias menos verticales y mucho más horizontales:
 

Si pensamos en ser una iglesia mucho más horizontal que vertical, más descentralizada y menos centralizada, una iglesia que tiene mucho menos control porque está empoderando y habilitando expresiones propias en los diferentes espacios en el cuerpo de Cristo, necesitamos tener en cuenta siete dimensiones de la iglesia:

  1. El motor de la iglesia: ¿Se trata de una gran visión o de la Gran Comisión?
  2. El liderazgo de la iglesia: ¿Se trata de un líder carismático con la capacidad de dirigir una organización o se trata de un equipo de líderes?
  3. La naturaleza de la iglesia: ¿Se trata de una congregación litúrgica o de una comunidad segura y de salud?
  4. La tarea de la iglesia: ¿Se trata de pescar seguidores de un estilo o de hacer discípulos seguidores de Jesús?
  5. La movilización de la iglesia: ¿Se trata de una organización con miembros o de una red de misioneros (obreros en misión)?
  6. El trabajo en la iglesia: ¿Se trata de entrenar a la gente para que sirvan en los ministerios o equipar a los discípulos de Jesús para que sean ministros para su prójimo?
  7. El movimiento de la iglesia: ¿Se trata de ser dirigidos por nuestras estrategias o de ser guiados por el Espíritu Santo?

 

Estamos dialogando hace un par de semanas en el podcast de Conexión Pastoral sobre cómo poder ser una iglesia menos vertical y más horizontal. Te invitamos a que te unas a la conversación así juntos podemos encontrar la forma de ser una iglesia más efectiva y más presente en la sociedad en este tiempo.

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Daniel Prieto

Daniel y su esposa Mónica comenzaron en el año 2006 Conexión Pastoral, organización sin fines de lucro que es un ministerio dedicado al desarrollo de iglesias, pastores y líderes saludables que cumplen con la misión de Dios, y a través del cual ministran y equipan al pastor, su familia y su ministerio, además de desarrollar la Escuela de Formación Pastoral, donde cada año cientos de pastores y líderes de todo el mundo están siendo formados como personas y como ministros según el corazón de Dios. La pasión y llamado de Daniel es multiplicar, formar y habilitar la mayor cantidad de lideres de vida que cumplan con la misión de Dios alrededor del mundo.

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