Mejor “mal” acompañados que solos. Pt. I

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Pt. I: 2 llaves para entender la importancia de servir en equipo.

Desde muy chico recuerdo ser alguien de armas tomar. Ese que no tiene problemas de hablar en público, de involucrarse en todo, y que siempre está disponible para ayudar. Esa característica que vino conmigo de fábrica, era muy bien recibida y reconocida por mis pares, generándose una especie de acuerdo implícito en el que yo daba la cara por los demás y ellos estaban bien con eso. A medida que fui creciendo, este patrón se repitió en la escuela, el club de fútbol, la iglesia y más tarde también en la Universidad. Lo buscase o no, de alguna manera terminaba en ese rol de líder con el que todos podían contar.

 

Hay algo llamativo que sucede frecuentemente con estas personalidades carismáticas y es que, aunque suelen ser muy queribles y estar rodeadas de personas pueden llegar a sentirse muy solas, no siempre desarrollan vínculos profundos, y tienen serias dificultades para apoyarse en los demás cuando necesitan ayuda o pasan un mal momento.

Ni más ni menos, ese era yo. Proyectaba una imagen de incondicionalidad hacia los demás, pero en mi interior no confiaba ni contaba con nadie. En lo más oscuro de mis pensamientos, no necesitaba de nadie, porque “mejor solo que mal acompañado” y “qué puede tener aquel que yo pueda necesitar?”

 

El peor defecto suele ser como el mal aliento. Todos alrededor lo perciben menos el que lo tiene. Y mi tendencia a la autosuficiencia comenzaba a ser notoria a mí alrededor pero no para mí. Y si bien el Espíritu Santo comenzó a confrontarme en diferentes oportunidades con esto, me costaba bastante cambiar. Yo creía tener mis razones válidas para ser así, y estaba convencido de que tan mal no me iba tampoco.

Pero Papá, que nunca deja de insistir con su amor, tenía una idea magistral para revelarme lo que ya estaba diciéndome, y así transformar esa parte de mi corazón endurecido. 

 

Fue así que un socio inesperado comenzó a hacerse cada vez más presente en mi vida. Alguien muy distinto a mí, un amigo con quien tenía una buena relación pero que no era necesariamente la primera persona en la que pensaba para pasar tiempo. Se trataba de mi concuñado Andy García, con quien el Señor me hacía un claro llamado a hacer equipo. 

Lo peor para un autosuficiente es trabajar con ese que piensa diferente y que no tiene ningún reparo en hacértelo saber. Que no solo te incomoda o expone tus argumentos sino que además te desafía a pensar un poco más para considerar otra perspectiva.

 

Admito que no fue tan fácil, sin embargo, mientras íbamos haciendo frente a esos temores iniciales, ambos experimentamos un marcado interés por la vida del otro, por descubrir la esencia por detrás de la imagen proyectada y por llevar la amistad a nuevos niveles de profundidad mientras que aprendíamos con errores y aciertos a servir juntos. 

Para hacer la historia larga corta, la amistad se convirtió en hermandad. Compartimos toda clase de equipos y ministerios. Fue toda una aventura en la que fuimos desafiados (y seguimos siéndolo) a conversar con franqueza y amor, a pedir ayuda y mostrarnos vulnerables cuando era necesario, y a celebrar esas características puestas por Jesús que nos hacen distintos y complementarios a la vez, que nos enriquecen y potencian, y que también con el tiempo logramos admirar el uno del otro y agradecer al Señor por ellas. 

Quiero compartirte dos verdades que nos revela la Palabra y que me ayudaron en este proceso a entender la importancia de servir en equipo y a descubrir el valor de cada hermano (aquellos que amo y también aquellos con los que nunca hubiese imaginado congeniar).

 

1. Un diseño relacional.

Y dijo Dios: No es bueno (tov) que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.

Génesis 2:18

La idea original de Dios siempre contempló las relaciones interpersonales.

La palabra hebrea traducida como “bueno” tiene muchos más significados que en nuestro idioma. Algunos son: agradable, bonito, alegre, correcto, que cumple las expectativas y que funciona conforme al diseño.

En el relato de la creación, todo recibe el apelativo de “bueno” (tov) a excepción de la creación del hombre. Ahí se registra: No es bueno (tov) que el hombre esté solo.

El Jardín era un espacio de comunión íntima con el Padre y de servicio. La vida inicial del hombre se desarrollaba en soledad, sin ayuda. Dios decide proveer esa necesidad de compañerismo en él y su vida encuentra significado completo  en la comunidad (esto refleja también la imagen y semejanza a Dios, quien se ha manifestado desde el principio a través de los vínculos de intimidad y cooperación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu).

La obra de Cristo tiene como propósito restaurar todo el diseño original del Padre, y uno de ellos es que fuimos creados para co-laborar (trabajar juntos). 

Al igual que el Edén, la Iglesia es un ámbito de comunión y servicio, donde la Misión es diferente, pero la premisa sigue siendo la misma: 

No es bueno que el hombre (o la mujer) esté solo.

No te aísles! No creas la mentira del enemigo de que es mejor hacerlo solo, que es mejor a tu manera. Anímate a hacer equipo, a escuchar otras perspectivas, expandir tus límites y ser moldeado en el proceso.

Este es el primer desafío que el Señor me hizo, y quiero compartir con vos:

Mejor “mal” acompañado que solo. Obviamente es una manera graciosa de decirlo, pero es una verdad. No es solo un buen consejo, ni una cuestión de conveniencia. Es así como lo diseñó el Padre y, es como debemos caminar si queremos alcanzar nuestra mejor expresión individual y ser efectivos en nuestra tarea como Iglesia.

 

2. Una Misión sinérgica.

Dios, en su gracia, nos ha dado a cada uno dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. 

Romanos 12:6.

Jesús hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor.

Efesios 4:16.

La sinergia, hace referencia a un fenómeno por el cual se crea un efecto extra debido a la acción conjunta, que ninguno de los individuos hubiera podido generar en caso de accionar aisladamente.

Cuando hacemos lo posible para mantenemos unidos en el Espíritu (Ef. 4:3), y operamos según las habilidades, dones y ministerios específicos que todos y cada uno hemos recibido intencionalmente de Dios, la Iglesia experimenta un efecto sinérgico que la vuelve más poderosa, impredecible, saludable, apasionada, relevante para la sociedad, peligrosa para el reino de las Tinieblas y efectiva en la Misión. En una sociedad altamente competitiva y egoísta, que descarta al débil y rechaza al diferente, el Proyecto revolucionario de Jesús no deja a nadie afuera, invita a la obra a todos sus discípulos, los capacita estratégicamente, y se potencia cuando lo incompleto de cada uno encuentra plenitud en el resto.

Mi segundo reto, y que ahora es tuyo también, es el siguiente: aprender a reconocer el valor de cada persona que el Señor pone en nuestra familia de fe, por más diferente o difícil que te parezca. 

Te animo a incomodarte y caminar la milla extra por tus hermanos teniendo una actitud enseñable, estando abierto a la posibilidad de aprender algo de cualquiera de ellos, y siendo humilde para reconocer que en cada uno hay algo de la multiforme gracia de Dios que la Iglesia necesita para ser edificada.

Quiero aclarar algo: esta es mi experiencia. Quizás no te sientas tan identificado con la autosuficiencia y el orgullo, o si. Pero déjame decirte que no son los únicos enemigos del Trabajo en Equipo. La timidez, el autoestima baja, la falta de perdón por una mala experiencia pasada, la competitividad, la comparación, la desconfianza, entre otras, pueden ser algunas de las barreras que se levantan en contra, y que es necesario identificar en nuestra vida para permitir al Espíritu obrar y ser libres de ellas.

Pensando en este tema es inevitable que surja esta pregunta:

Si hay gracia de Dios depositada en cada uno para llevar a cabo la Misión, porque nos daríamos el lujo de no contar con todos los recursos eternos disponibles?

La respuesta parece obvia, pero no lo es tanto. Nadie rechazaría de manera consiente un regalo de parte de Dios pensado para el beneficio de todos. La cuestión es que estas gracias vienen en estuches de carne y hueso, y es ahí cuando las dificultades se presentan.

En la segunda parte de este artículo veremos 3 ideas prácticas para profundizar a nivel relacional.

Hasta la próxima. ¡Que Dios te bendiga mucho!

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Charly Lopez

Charly López es argentino, Odontólogo de profesión y está casado con Mai Amenós. Juntos sirven como Líderes de jóvenes y adolescentes en la comunidad Cristo la Oportunidad, en Buenos Aires, Argentina. Además de ser un amante de la música, Charly se ha desempeñado como Director del Ministerio de Adoración durante varios años, y continúa hasta hoy ministrando al Señor en esa área. Servir a las nuevas generaciones y movilizarlas a seguir a Jesús es su pasión, y actualmente forma parte del staff de Conexión Pastoral.

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