"¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado!.” Lucas 24:5-6 (NVI)
Sin la resurrección no hay mensaje de salvación. Sin la resurrección no hay esperanza. Si Cristo no hubiera resucitado, nuestro estilo de vida no serviría de nada.
Pero muchas veces, los mismos que un domingo de resurrección gritamos: "¡Él vive! ¡Jesús ha resucitado!" vivimos el resto del año como si Cristo estuviera muerto.
Esto ocurre porque muchas veces queremos a Cristo en la multitud, en el sermón del monte, en la multiplicación de los panes y los peces, en la bonanza, en la tempestad, en la entrada triunfal... pero no en la cruz, en el látigo, en el sufrimiento, en la muerte y en la tumba. Queremos la gloria sin la pasión, la victoria sin la batalla, la alegría sin el quebranto.
La pasión de Cristo nos confronta con nuestra fe, del mismo modo que las crisis de la vida nos confrontan con nuestra fe.
Nos hacemos muchas preguntas en los momentos difíciles:
- ¿Cuánto entendemos la voluntad de Dios?
- ¿Cuánto hemos creído en él?
- ¿Qué esperamos?
- ¿Qué tan convencidos estamos de lo que hemos creído?
- ¿Cuáles son nuestras convicciones?
Sin embargo, la resurrección de Cristo, su victoria sobre la muerte, cambió las circunstancias. Ahora, es Jesús quien nos hace preguntas.
¿Hemos prestado atención a las preguntas que Él nos hace? Estas preguntas confrontan nuestra fe, nuestras obras y nuestra reacción ante las crisis.
1) La pregunta a los filósofos y analistas de la fe
Lucas 24:17 (NVI) - "¿Qué vienen discutiendo por el camino?", les preguntó. Se detuvieron cabizbajos.
Las crisis hacen que cambiemos la Palabra por nuestros razonamientos. En los momentos de dificultad, muchas veces analizamos los hechos, buscamos explicaciones lógicas, intentamos entender lo que sucede con nuestra propia inteligencia y olvidamos recordar la obra de Dios.
Pero el Cristo resucitado nos invita a cambiar nuestra conversación. En lugar de hablar de lo que hemos perdido, debemos hablar de lo que Él ha ganado por nosotros. En lugar de enfocarnos en la derrota, debemos recordar la victoria de la cruz.
2) La pregunta a los perturbados en su fe
Juan 20:15 (NVI) - "¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?"
Las crisis pueden transformar nuestra seguridad en inseguridad, nuestras convicciones en fantasmas que solo nos recuerdan lo que fue y ya no es. Nos llenamos de miedo y duda y nos volvemos incapaces de reconocer la presencia de Cristo en medio de la tormenta.
Pero el Cristo resucitado nos llama por nuestro nombre, como lo hizo con María Magdalena. Nos recuerda que no debemos llorar por lo que creemos perdido, sino regocijarnos en lo que Él ha restaurado.
3) La pregunta a los sinceramente equivocados en su fe
Juan 20:15 (NVI) - "¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?"
Queremos aferrarnos a un Cristo muerto, como si su obra hubiera quedado en la tumba. Intentamos embalsamar lo que creemos perdido, sin darnos cuenta de que Él ha resucitado y nos llama a vivir en victoria.
Pero el Cristo resucitado nos desafía a abrir nuestros ojos. No podemos seguir buscando entre los muertos al que vive. Debemos dejar atrás la desesperanza y abrazar la vida nueva que Él nos ofrece.
4) La pregunta a los entretenidos en la fe
Juan 21:5-6 (NVI) - "Muchachos, ¿no tienen algo de comer?" "No", respondieron ellos. "Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán algo."
Las crisis nos hacen volver a lo que conocíamos antes de Cristo. Como Pedro y los discípulos, podemos sentirnos tentados a regresar a nuestras antiguas formas de vivir, olvidando el llamado que Él nos ha hecho.
Pero el Cristo resucitado nos recuerda que fuera de Él no hay fruto. Sin Él, por más que intentemos, no pescaremos nada. Nos llama a confiar en su dirección y a recordar que en su voluntad siempre hallaremos abundancia.
5) La pregunta a los llamados en la fe
Juan 21:15 (NVI) - "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?" "Sí, Señor, tú sabes que te quiero", contestó Pedro. "Apacienta mis corderos", le dijo Jesús.
Las crisis pueden hacernos dudar de nuestro llamado. Como Pedro, podemos sentirnos indignos, tentados a volver atrás, pensando que hemos fallado demasiado como para ser usados por Dios.
Pero el Cristo resucitado nos restaura. Nos mira a los ojos y nos pregunta: "¿Me amas?", nos recuerda que el llamado sigue en pie, que su gracia es mayor que nuestro error, y que nuestro amor por Él debe traducirse en obediencia y servicio.
Conclusión
Jesús resucitado sigue haciendo preguntas. No porque Él necesite respuestas, sino porque nosotros necesitamos reflexionar. Él nos invita a examinar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra confianza en su victoria.
Hoy, en este día de resurrección, la pregunta no es solo si creemos que Él vive, sino si vivimos como si Él estuviera vivo.
¡Cristo ha resucitado! ¿Cómo vas a responder a sus preguntas?
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