El Sabbat
El descanso se ha vuelto un acto de resistencia en un mundo que corre sin detenerse. Vivimos en una cultura que mide el valor por la productividad, donde descansar parece una pérdida de tiempo o un lujo para unos pocos. Pero la práctica bíblica del Sabbat nos ofrece un ritmo radicalmente distinto que incluye: parar, descansar, deleitarnos y contemplar. No como evasión, sino como una forma profunda de adoración, sanidad interior y renovación.
Como afirma Rob Muthiah: “Esta antigua práctica es un regalo para nuestros tiempos.”
Cada vez más personas padecen agotamiento y fatiga. Muchos se sienten atrapados en una bola de nieve que crece sin freno, transformándose en una avalancha que termina por aplastar. Ese es el ritmo que el mundo nos propone: no detenerse, hasta que es demasiado tarde.
Sin embargo, el Señor nos propone otro ritmo: trabajo-descanso-trabajo, no trabajo-trabajo-trabajo. Como bien dice Eclesiastés 3:1 “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”
El trabajo sin descanso
Uno de los valores más arraigados en nuestra cultura es el trabajo. Se repite el lema: “El que no trabaja, que no coma”, haciendo referencia a 2 Tesalonicenses 3:10. Y es cierto: el trabajo es una bendición, una expresión de dignidad, servicio y provisión. En muchas familias, trabajar duro es una muestra de amor, y no es raro ver a padres con más de un empleo. Por eso, para muchos, pensar en descansar suena imposible o incluso irresponsable.
Pero cuando el trabajo se convierte en el único lenguaje del amor, perdemos algo esencial: fuimos creados no sólo para producir, sino también para estar, disfrutar y descansar en Dios. Eso lleva a padres que no ven crecer a sus hijos, madres agotadas, y líderes quemados.
Dios estableció un ritmo desde la creación (Génesis 2), con una fórmula clara: 6+1. Cuando lo seguimos, hay vida y salud. Si lo ignoramos, como advierte John Ortberg:
“Cosechamos las consecuencias: nos volvemos mentalmente aletargados, distraídos, irritables, fatigados física y emocionalmente.”
Practicar el Sabbat es profundamente contracultural. Va en contra del activismo, del miedo a quedar atrás y de la búsqueda constante de validación. Es afirmar con nuestra vida: “Dios está en control, no yo.”
Observar el Sabbat es detenerse, hacer una pausa para descansar tanto física como mentalmente. En un mundo ansioso por producir y consumir más, celebrar este día o este tiempo sabático es resistirnos a esa tiranía.
La crisis silenciosa del agotamiento pastoral
Nos preguntamos cómo es posible que tantos pastores y líderes lleguen al borde del agotamiento. Las cifras hablan:
Estos números muestran que el exceso de trabajo y el estrés sin un ritmo que incluya el descanso, están llevando al agotamiento. Por eso, el Sabbat es una medicina para el alma.
Swoboda señala:
"El Sabbat ha sido olvidado por una iglesia agotada por el activismo. No es que no amemos a Dios, sino que ya no sabemos pasar tiempo con Él."
Entonces... ¿En qué consiste realmente el Sabbat?
La palabra "Sabbat" proviene del hebreo shabbat, que significa “cesar” o “parar”. Es un ritmo semanal que refleja el corazón de Dios y su diseño para nuestras vidas.
Peter Scazzero lo describe así:
“Un bloque de tiempo semanal de 24 horas en el cual dejamos de trabajar, disfrutamos del descanso, practicamos el deleite y contemplamos a Dios.”
No se trata de no hacer nada. Es descanso intencional —físico, emocional y espiritual—; es deleite en Dios, en los demás y en la creación; es contemplación, dejar de hacer para estar con Él. Es adoración por medio del descanso.
Desde el Génesis hasta los evangelios, el Sabbat es una invitación a confiar en que no todo depende de nosotros sino de Él.
Matthew Sleeth, en su libro 24/6, dice que Dios no descansó porque estuviera cansado, sino porque "todo lo que Él hace es santo. El descanso también lo es."
Pasos para comenzar a vivirlo
Desafíos comunes
Sabemos que la práctica del Sabbat es contracultural, lo fue en los tiempos bíblicos y lo es para nuestros días también. El no saber parar, el miedo a perder relevancia o a perderse algo. O la culpa al descansar. Venimos de culturas que exaltan el trabajo duro y condenan el descanso como pereza. La autoexigencia o el miedo a no ser necesarios nos roban el regalo del descanso. Pero detenernos no es debilidad: es reconocer que no somos Dios.
Generalmente el domingo es nuestro día de reposo. Pero los pastores y líderes no descansan el domingo. Es por eso que te sugiero que establezcas otro día como Sabbat personal, puede ser el mismo sábado, o bien un lunes o viernes. Pablo enseña que lo importante no es el día específico, sino apartar ese tiempo:
“Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.” (Romanos 14:5)
El descanso como acto de fe
El Sabbat no es imposición, sino provisión. Es una invitación de Dios a confiar, a parar, a recordar que “el día de reposo fue hecho para el hombre” (Marcos 2:27).
Descansamos no para hacer menos, sino para vivir mejor. No para evadir, sino para ser restaurados. No somos esclavos de la productividad, sino hijos profundamente amados.
Como dijo Muthiah:
“Este es el Dios que en el descanso del Sabbat recibe nuestra adoración y nos ofrece la vida más abundante posible: una vida redimida, transformada por la obra de Cristo y guiada por el Espíritu hacia el futuro preferido de Dios.”
Preguntas para reflexión
Recursos
Scazzero, Peter (2016). El líder emocionalmente sano. Editorial Vida.