Este artículo nace bajo el anhelo de provocar una conversación que nos ayude como líderes, pastores e iglesias a alinearnos con el corazón de Dios; planteando aquellos temas y áreas que como iglesia necesitamos ser confrontados por la Palabra de Dios, mediante su Espíritu, en el contexto de una comunidad, sin la intención de atacarnos, criticarnos, sino de dialogar para encontrar juntos la voz de Dios que trae dirección y nos ayuda a replantearnos paradigmas sobre nuestro ser y vivir en el ministerio.
La pregunta fundamental en este artículo es ¿cómo vamos a repensar la forma en que estamos organizados y la forma en que estamos siendo la iglesia del Señor?
Una iglesia más horizontal
Una iglesia menos vertical y mucho más horizontal tiene la característica de ser descentralizada, tiene un sistema de control mínimo que busca la idea de alinearnos juntos, de organizarnos de tal forma que empoderamos, habilitamos y posicionamos a cada discípulo de Jesus en un espacio donde nuestro enfoque, nuestro motor es la Gran Comisión.
La Gran Comisión nos invita a tener un liderazgo compartido que reconoce su función principal como cultivar una comunidad saludable. En esta comunidad, la prioridad es hacer discípulos de Jesús y, siendo discípulos, aprender a ver al otro no solo como un miembro más de la iglesia, sino como alguien que está en misión junto con otros, como obreros del Reino, formando una red de discípulos en misión.
Desde esta perspectiva debemos reorganizarnos en nuestras iglesias, no dedicando tanto tiempo a entrenar a la iglesia en cómo servir en un ministerio, sino más bien viéndonos como misioneros de una gran comisión, que al estar en contacto con esa red de personas nos transformamos en diáconos, ministros y siervos de Dios usados para impactar la vida de nuestro prójimo.
Cualquier visión tiene que estar alineada a la Gran Comisión
Las iglesias verticales, altamente centralizadas con un sistema de control activo, tienen como motor principal la gran visión del líder o pastor. A su vez su enfoque es una congregación litúrgica con un programa atractivo, con pescadores y seguidores de un estilo, y organizan todo para tener miembros comprometidos, a quienes hay que entrenar para que sirvan en las estructuras, eventos y reuniones de esa iglesia. Por ser tan verticales necesitan ser movilizadas por estrategias, a diferencia de las iglesias horizontales que necesitan ser movilizadas por el Espíritu Santo
Las iglesias horizontales son movilizadas por el Espíritu, entienden que esa horizontalidad es el resultado y producto del Espíritu Santo, que es real, presente y que es Él quien está movilizando la iglesia y no necesariamente una serie de estrategias, ideas o conjunto de planes que podemos poner nosotros humanamente para lograr objetivos.
La palabra estrategia viene del latin y en el imperio romano era el nombre de una provincia, en el griego significa “las actitudes del General, el oficio del General”, es decir, el arte de concebir, preparar y dirigir las operaciones militares. Pero desde el concepto del liderazgo, es cómo uno traza lineamientos para dirigir un asunto, es el proceso, el conjunto de reglas, pautas, es la habilidad para dirigir y lograr un objetivo.
En nuestras iglesias vamos a encontrar estrategias para discipular, para evangelizar, para crecer espiritualmente, etc, ya que utilizamos mucho este concepto.
Sin embargo, en una iglesia mucho más horizontal que es movilizada por el Espíritu Santo, toda clase de estrategia que esa iglesia pueda tener, es la forma en la que se dejan guiar y llevar por el Espíritu Santo, es la manera en la que suman a lo que el Espíritu Santo es y está haciendo en y a través de la iglesia.
En cambio cuando la iglesia es movilizada primariamente por estrategias que puede desarrollar, el que está en control es el hombre, el líder, el siervo. Pero cuando es primariamente movilizada por el Espíritu, quién está a cargo del volante es Dios, es Jesús, el Señor de la iglesia.
Es importante aclarar que no estoy diciendo que no debamos tener estrategias. Lo que estoy expresando es que debemos darle al Espíritu Santo el lugar que le corresponde en la iglesia, donde Él dirige, no los líderes, no los hombres, no la organización, sino donde Él se convierte en el líder de la iglesia. De nuevo, no estoy diciendo que no debamos tener estrategias, sino que debemos poner nuestras estrategias al servicio del mover del Espíritu, eliminando aquellas que obstaculizan el movimiento del Espíritu Santo y promoviendo aquellas que habilitan a los discípulos de Jesús.
¿Cómo ponemos nuestras estrategias al servicio del mover del Espíritu Santo?
Cuando vamos al libro de los Hechos, podemos ver cómo el Espíritu Santo es el que dirige a la iglesia y cómo las estrategias sirven a la dirección del Espíritu. Encontramos diversos pasajes que destacan la llenura del Espíritu Santo en la vida de los creyentes y la dirección que Él proveía:
El libro de los Hechos está lleno de expresiones que muestran al Espíritu Santo dirigiendo, llenando, hablando y marcando dirección en la vida de los creyentes y la iglesia. Este es el perfil de una iglesia que no debería ser sólo la historia del libro de los Hechos...
Por lo tanto mi propuesta y pregunta para repensar juntos es ¿cómo es que el Espíritu Santo está activo de esa manera en nosotros, entre nosotros y a través de nosotros de tal forma que seamos una iglesia movilizada por Él y que nuestras estrategias sirvan a Su dirección?
Si logramos esto, vamos a hacer una iglesia que está presente en nuestras comunidades, que realmente está cumpliendo la gran misión de Dios y es protagonista de la Gran Comisión.
Este artículo es uno de nuestros episodios del Podcast narrado por Daniel Prieto, titulado ¿Cómo permitimos que el Espíritu Santo sea quien movilice a la iglesia? Escúchalo aquí.