El motor de una iglesia horizontal es la Gran Comisión
No podemos seguir igual, el mundo está cambiando y la iglesia necesita cambiar si va a ser una iglesia que frente la crisis social y sanitaria actual. Desde los movimientos sociales y revolucionarios que promueven campañas y protestas, y en algunas naciones revoluciones hasta la pandemia provocada por el contagio masivo del virus llamado Covid-19, nuestro mundo, nuestras cosmovisiones y nuestra realidad están siendo trastornadas y cambiadas. No sabemos cuando todo esto va a pasar, lo que si sabemos es que cuando todo esto pase lo que llamemos normal en el futuro va a ser muy diferente a lo que antes llamábamos normal.
Por eso necesitamos hacernos la pregunta, incomoda pero necesaria, ¿Qué va a ser lo normal para la iglesia en un mundo con una nueva normalidad si nos vamos a ser la iglesia que el Señor Jesús necesita?
Durante los últimos 4 meses la respuesta que le hemos dado a esta pregunta es, ser una iglesia mucho más horizontal, una iglesia mucho más presente en la realidad del mundo de hoy, una iglesia que es la expresión palpable de la Presencia, la Palabra y el Poder de Jesús los siete días de la semana, las 24 horas del día y no solo un par de horas cuando se congrega el sábado o el domingo.
En el artículo anterior comencé a hablar de que las iglesias que son más horizontales tienen 7 características o virtudes que están en su ADN y la primera de ellas es que es una iglesia movida por la Gran Comisión.
Cuando hablamos de la Gran Comisión estamos hablando de la parte que le toca a la iglesia en la misión de Dios. Una misión que es más grande que la iglesia y en la que el Señor nos ha involucrado.
¿Qué es la misión de Dios?
Si tomamos el texto bíblico desde Génesis hasta Apocalipsis, nos vamos a encontrar con que la misión de Dios es su decisión intencional de bendecir a cada familia de la tierra con vida eterna y una relación personal con él, en un espacio de redención para el ser humano y para toda la creación.
Dios usa estas palabras cuando se encuentra con Abraham y le dice: “El Señor le había dicho a Abram:
«Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una gran nación; te bendeciré y te haré famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te traten con desprecio. Todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti».”
(Génesis 12:1-3, NTV)
Dios inicia una conversación con Abram en Génesis 12, dejándole saber que va a ser de él una gran nación, y que le dará fama y lo bendecirá. Pero el punto principal de la conversación es la razón por la cual Dios hará esto con Abram, para que por medio de él fueran benditas todas las familias de la tierra. Dios no escogió a Abraham porque se cansó de los demás, lo escogió porque quería bendecir a los demás.
La Gran Comisión es la forma en que Dios nos ha involucrado en su misión de bendecir a todas las familias de la tierra con salvación y vida eterna a través de la simiente de Abraham: Jesús. Es a través de la obra y de la persona de Jesús, el Dios encarnado que aprendió obediencia para morir por nosotros en la cruz sin haber pecado, quien resucitó al tercer día venciendo a la muerte para estar a la diestra del Padre intercediendo por nosotros.
Es la persona y obra de ese Jesús que nos da la oportunidad de predicar ese evangelio, esas buenas noticias, haciendo discípulos en obediencia a Él, sumándonos a la tarea de un Dios que desde el primer momento en que le fallamos como su creación, decidió activarse como un Dios en misión diciendo: “yo quiero bendecir a todas las familias de la tierra con bendición y vida eterna”. Dios es un Dios en misión y ese Dios ha levantado a la iglesia a través de Jesucristo diciéndole: “te voy a dar una comisión extraordinaria, así que asegúrate de que mientras haya oportunidad, mientras todavía no venga el fin de todas las cosas, ustedes prediquen estas buenas noticias, involúcrense en sus comunidades para contarles del evangelio en la persona de Jesucristo, porque yo quiero bendecir a todas las familias de la tierra”.
Para Dios elección nunca es sinónimo de elitismo. Esto nos lleva a replantearnos muchas cosas. La decisión de Dios de bendecir a Abram para bendecir a otros revela a un Dios misionero, un Dios en misión que no se da por vencido con nosotros los humanos, cualquiera sea nuestra cultura o trasfondo étnico. Es una realidad que cuando Dios le dice a Abraham que lo hará famoso y una nación grande, está condenando todo espíritu de exclusivismo y superioridad en la iglesia y en los ministerios.
Necesitamos más que nunca que las iglesias locales y los ministerios veamos la elección de Dios sobre nosotros como una acción inclusiva de un Dios en misión. Si las iglesias o ministerios recibimos fama o prosperidad por lo que estamos haciendo de parte de Dios, tenemos que tener cuidado de no volvernos un fin en sí mismo sino transformarnos en protagonistas de la maravillosa misión de este Dios en misión, tanto en lo local como en lo global, tanto en la gente que conectamos inmediatamente como en lo que trasciende nuestro espacio geográfico.
Las iglesias verticales construyen, viven, respiran y se organizan en función de una gran visión. Si bien tener visión es algo importante, no sirve de nada si esta no se rinde y no es instrumento de la Gran Comisión. No existimos como iglesia para cumplir una visión personal o lograr una visión institucional. Existimos como iglesia para cumplir con la Gran Comisión. Es necesario que nos enfoquemos en lo que somos por naturaleza: somos la iglesia, somos la expresión del gran amor redentor de Dios para el mundo a través de todos los tiempos. Se trata de cuál es la razón de nuestra existencia.
Ser una iglesia con fama mundial no es garantía de ser protagonistas de la Gran Comisión. La Gran Comisión es mucho más que una gran visión, es predicar el evangelio, hacer discípulos y seguidores de Jesús que viven en obediencia al Señor y se transforman en ministros de Jesús y obreros de la misión de Dios.
La Gran Comisión mantiene al creyente ocupado en la tarea central de llevar las buenas noticias a todo el mundo. Las grandes visiones mantienen a las personas entretenidas en tareas secundarias, en eventos que muchas veces ni siquiera están centrados en que la persona se encuentre con un Cristo real y transformador.
Bill Hall escribió:
“La prueba de una congregación aparte de su santidad personal es cuán efectivamente sus miembros penetran en el mundo. Muchas iglesias crecen por transferencia, iglesias con predicaciones poderosas y con buenos programas musicales atraen grandes números de asistentes. En realidad, la iglesia con el mejor programa está llena, junto con los mejores restaurantes y teatros, porque a la gente le gusta la excelencia. Hemos sacrificado el hacer discípulos en el altar del éxito de la cultura, de la gratificación del ego y de la necesidad inmediata.”
Necesitamos repensar cuál es el motor primario de nuestras comunidades de fe, de nosotros mismos como seguidores de Jesús. Las grandes visiones que tenemos deben servir y rendirse a la Gran Comisión. Y siendo protagonistas de la Gran Comisión veremos a la iglesia dando su mejor contribución a la misión de Dios de bendecir a todas las familias de la tierra con vida eterna.
¿Cuál es la motivación primaria cuando organizan el programa y los eventos de la iglesia?
¿Cómo la visión de la iglesia sirve a la Gran Comisión que le dejo el Señor Jesús a la iglesia?
¿Cómo ven la elección de Dios en lo que tienen o son, siendo esto la bendición de Dios para que sean de bendición a las familias de su barrio, ciudad y nación?
¿Qué cambios necesitan hacer para alinearse aún más con la misión de Dios?